lunes, 27 de julio de 2009

Estoy sentada en medio de la soledad del bosque...

Al aparecer la luz de aquel navío de un mundo ajeno,
ciega intente correr para refugiarme en tus bosques.
Tenia el pelo largo, pies de escarcha,
de piel erizada mi camisón y mi bombacha de niebla.
Creía que recolectaba mi cosecha,
mientras mi instinto me rogaba que huyera,
ante aquel felino sigiloso que aun hoy me asecha.
Solo encontré cara a cara su mirar.
Busque posarme en sus ojos, acariciar su pelo.
Cuando el frío del alba me perdió dormida, desprevenida.
Despertar sobre su melena no fue su único regalo.
Mis ojos se abrieron de olvido de huidas.
Hace días que no corro por otros bosques.
S.G


Estoy sentada en medio de la soledad del bosque. Los nogales con qué precisión acomodan sus frutos exquisitos dentro de las bolsitas de madera. Se oye el breve alarido de las martas que buscan amores. En la casa todos descansan y parece que no hay nadie. Sólo yo, como siempre, no puedo dormir; ando con la pequeña lámpara de librium; pero, igual no puedo dormir.
De pronto, se retrae el trabajo de los robles y el amor de las martas.
Es que cruza un navío de otros mundos con su luz conmovedora.
No sé por qué, me da miedo, e intento huír.
Pero, la nave astral ha hecho crecer nuevas cosas.
Y un duro cantero de azucenas me detiene.

Marosa Di Giorgio

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