jueves, 8 de enero de 2009

EL APRENDIZ DE BRUJO



Ya se ha ido el viejo Brujo.
Desde ahora vivirán
sus espíritus según
ordene mi voluntad.
Sus gestos, actos, palabras
y usos en la mente guardo,
y con fortaleza de ánimo
yo también obro milagros.

Late, late
un buen rato,
para que de este modo
agua mane
y un chorro abundante
por el baño se derrame.

Ven ahora, vieja escoba,
obedece a mis palabras
y coge estos sucios trapos,
mucho tiempo has sido esclava.
Te pondrás una cabeza,
andarás sobre dos patas.
Date prisa, que en seguida
te traerás un cubo de agua.

Late, late
un buen rato,
para que de este modo
agua mane
y un chorro abundante
por el baño se derrame.

Mirad, ya baja a la orilla,
ya se encuentra junto el río
y rápida como un rayo
regresa a verter el líquido.
Por dos veces ya lo ha hecho.
Veis, la pila se dilata,
¡veis cómo se va llenando
un cubo tras otro de agua!

¡Para, parar!
Pues ha llegado el momento
en que tus dones
ya nos bastan.
¿Qué pasa? ¡Que sufrimiento!
He olvidado la palabra.

La palabra por la cual
vuelve a ser lo que antes era.
¡Ay, cómo corre y transporta!
Si la vieja escoba fueras....
Trae una y otra vez
más cubos y más agua,
cientos de ríos hay, ay,
sobre mí se derraman.

Por más tiempo
ya no puedo consentirlo.
Te voy a coger.
Eres un maligno.
Más y más me embarga el miedo.
¡Qué miradas y qué gestos!

Maldito engendro del diablo,
¿quieres inundar la casa?
Veo en todos los umbrales
a raudales fluir el agua.
Escoba maldita
que no quiere oírme,
palo que antes eras,
¡para y ponte firme.

¿No quieres dar
por acabada tu faena?
Voy a cogerla,
voy a atraparla,
con hacha buida y certera,
cortar la vieja madera.

Viene otra vez trayendo agua.
La atacaré ahora mismo.
Caerás en seguida, duende,
crujiendo te dará el filo.
En dos partes se ha escindido;
sí, de verdad he acertado.
Ahora vuelve la esperanza
y respiro liberado.

¡Ay, qué horror!
Son dos palos.
Se levantan como esclavos.
En un santiamén
están listos, preparados.
¡Ayudadme, altos poderes!

¡Como corren! Más se mojan
la sala, los escalones.
¡Qué terrible inundación!
Mi señor, ¿porque no me oyes?
¡Es terrible la desgracia!
Ahí viene por fin mi dueño.
He invocado a los espíritus
y no me desprendo de ellos.

¡Todos al rincón,
escobas, escobas!
¡Esto se acabó!
Espíritus, os invoca
sólo para sus objetos
el anciano maestro.

Goethe.

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